La evolución petrolera suramericana en la era Trump

 

Si no fuera por todo el dolor e incertidumbre que genera, la era Trump-Xi resultaría interesante para todo analista de la historia petrolera. Se abren varias puertas del infierno y el cielo a la vez y difícilmente estamos consciente de todas las variables que se están moviendo debajo de nuestros pies.

De momento, todo parece cíclico y los futuros del petróleo Brent han caído a su nivel más bajo en más de cuatro años tras ajustarse a la inflación. Los precios del mes próximo han promediado menos de 70 dólares en abril (percentil 31 para todos los meses desde el año 2000), el nivel más bajo desde enero de 2021 (en plena pandemia de coronavirus y muchos controles de distanciamiento social y de viaje vigentes).



Como se ha visto, la combinación del aumento de la producción de la OPEP+ y un mayor riesgo de recesión que reduzca el consumo ha provocado una fuerte caída de los precios. Si se mantienen en los niveles actuales, el crecimiento de la producción de gas de esquisto estadounidense se detendrá y es muy probable que disminuya para finales de 2025 y principios de 2026. Son momentos previos a un ciclo a la baja consolidado y un moderado riesgo de guerra de precios. En teoría, sin esta potencial bajada de precios, Latinoamérica ofrecería cerca de 4,3 millones de barriles diarios adicionales en producción petrolera entre 2025 y 2030.

Una caída de los precios podría reducir este aporte por la misma estructura de los costes. Y uno de los más perjudicados podrían ser Brasil y Guyana con elevados costes offshore, por no hablar de México, Colombia o Venezuela con estructuras de costes e ineficiencias elevadas, además de la mala gestión político-administrativa de su industria.



Trump suele ser calificado como “Monroeista”. Es decir, un líder norteamericano que privilegia la idea de una zona de influencia hemisférica (América para los americanos). La realidad es más precaria. Es un líder personalista desordenado y Latinoamérica está mucho más desarrollada y consciente de su rol de exportador de materias primas, teniendo fuertes compradores y en gran variedad. Ya no son pequeños países bananeros desarticulados y divididos. Por no hablar que los ciudadanos americanos no quieren guerras. Así que Trump no llegará muy lejos sin tener que derramar sangre americana en el cometido y eso no gusta en los Estados Unidos. Antes, tendría una presión enorme. El mismo Trump quiere evitar eso y de allí que muchas potencias simplemente se plantan ante sus bravuconadas de patio de colegio.

Como ya hemos dicho en otras ocasiones, esto no solo lo aprovecha China, sino también India y otras potencias euroasiáticas e incluso puede tomar espacios la UE si se organiza y lo propone.

Pareciera que la entrada de Trump en escena terminará en un retroceso geopolítico severo de los Estados Unidos y en términos petroleros la atención debe estar fijada no solo en la demanda decadente por la transición energética, sino también en el precio. Un precio por debajo de los 60 dólares enciende las alarmas incluso en la producción doméstica norteamericana por no olvidar los latinoamericanos mencionados arriba.

El rol de la OPEP+ es importante. Arabia Saudita ha librado guerras de precios en muchas ocasiones. Una en 1997 contra Venezuela, por ejemplo. La última contra el shale americano. Que vuelva su vista hacia Latinoamérica puede ocurrir, pero también hay que tomar en cuenta las necesidades financieras de los reinos árabes.

En momentos en que el mundo va girando hacia el gas natural y la electrificación (transición energética que se puede ralentizar, pero seguirá), el petróleo es importante a corto y mediano plazo. No tanto a largo plazo. A largo plazo, lo que verdaderamente importa es el gas y allí el potencial es de Venezuela. Esta vieja provincia petrolera nada sobre un mar gas libre y asociado, aunque sobre la superficie reina una tiranía incompetente que no entiende el negocio del gas y el GNL (tampoco se entendía en su período pre-Chávez, pero eso ya es historia).

A potencias como Rusia o Catar le conviene que no se produzca ese gas venezolano y ese es un interés supremo en la tarea de mantener esa tiranía. De momento, el escenario sigue siendo petrolero con gran rezago para la región a la hora de adaptarse a la transición energética vía GNL. Si Trump de verdad fuera “Monreano” y pudiera serlo, la gran victoria no está en Oriente Medio. Ni en Ucrania. Estaría en hacerse con el control del poder en Venezuela y usar su energía a favor de los intereses de EE.UU. No obstante, esto implica controlar un país que ciertamente es como un cuero seco que se pisa por un lado y se levanta por el otro. Sin duda, es más fácil que controlar Siria, Irak, Irán o Libia, pero no dejará de tener sus muertos y sus complicaciones. Algo que los americanos no tolerarían. Y es que el gran problema geopolítico norteamericano es que, de nuevo, se niega a ejercer el poder global y el poder implica responsabilidades. Tampoco tolera el vacío. Si te retiras o usas mal tu poder, otro ocupará su lugar y te amenazará. Es la otra energía que dinamiza este ciclo. La era Trump con todas sus bravatas es un retroceso desordenado y si no se remedia la decadencia mucho más veloz de otro imperio. No es casualidad que los dos imperios petroleros por excelencia, Estados Unidos y Rusia, decaigan en plena transición energética y eso se refleja en la dinámica upstream y downstream de esta industria.

 


Lo que produce la región en 2025

México

Viene declinando desde hace tiempo. La producción de crudo específicamente podría rondar para 2025 entre 1,5 y 1,6 millones de barriles diarios en 2025, asumiendo una estabilización o ligero aumento tras la fuerte caída de 2024 (-12% interanual en diciembre). La calidad del crudo que exporta es crudo pesado. El Maya (21-22° API, alto azufre), con menores cantidades de Istmo y Olmeca, aunque con retos de calidad por contaminación. En 2025, la mayor parte del crudo exportado seguirá siendo Maya, aunque los problemas de calidad podrían persistir si no se resuelven las dificultades operativas de Pemex. El gobierno ha afirmado que estos inconvenientes (agua y sal) estarán solucionados, pero los datos de principios de 2025 sugieren que aún afectan la competitividad. Su principal destino de exportación es Estados Unidos, con posible diversificación hacia India, China o Europa, y un volumen proyectado de 765,4 mil barriles diarios.

Colombia

La Agencia Internacional de Energía (IEA) estima que la producción podría caer a 770.000 barriles diarios en 2025 y desplomarse hasta 620.000 barriles diarios para 2028 (una reducción del 20.5%) si no se reactiva la exploración. Esto podría hacer que Colombia pierda su posición como tercer productor de petróleo en América Latina, superada por países como Brasil, Argentina y Guyana, cuya producción está en ascenso. Aunque la producción petrolera colombiana ha mostrado un repunte reciente, su futuro está comprometido por la falta de nuevas exploraciones, el envejecimiento de los campos actuales y una transición energética que aún no compensa la dependencia de los hidrocarburos. La situación económica del país, que depende en un 32,4% de las exportaciones petroleras y de sus aportes fiscales, podría verse afectada si no se toman medidas para balancear esta tendencia. El petróleo crudo colombiano varía en calidad según el campo de origen, pero en general se clasifica como crudo pesado a mediano, con un rango típico de 20 a 30 grados API, lo que indica una densidad moderada a alta. Los principales tipos de crudo exportados son Estados Unidos, Panamá, Países Bajos, India y China.

Venezuela

Venezuela si Trump permite las licencias podría producir entre 770.000 y 950.000 bpd en 2025, exportando principalmente a China, EE.UU. (con incertidumbre por sanciones) e India, con un crudo predominantemente pesado (16-20° API, alto en azufre). Lo más probable es que el rango de producción descienda en torno a los 750.000 b/d o incluso menos si los precios del crudo bajan.

Guyana

Guyana podría producir entre 674.000 y 900.000 bpd en 2025, exportando principalmente a Europa (alrededor del 60%-75% del total), con un crudo ligero y dulce de 28-33° API y bajo contenido de azufre. Es la nueva estrella de Suramérica y aunque la presión de Maduro puede generar ruido, la verdad es que es poco lo que militarmente puede hacer el tirano venezolano. Otra cosa ya si hay un giro democrático, poco probable, y el asunto se retome en tribunales. Pero eso hay que reiterar es poco probable. Venezuela no supone una amenaza a esta producción.

Ecuador

Ecuador podría producir entre 508.000 y 550.000 bpd en 2025, exportando principalmente a Estados Unidos (150.000-200.000 bpd), Panamá (120.000-150.000 bpd) y China (50.000-70.000 bpd), con un crudo de calidad mediana a pesada (20-27° API, alto en azufre). Si bien se espera cierta turbulencia social, lo más probable es que no tenga impacto en el flujo de exportación.

Argentina

Argentina podría producir entre 830.000 y 900.000 bpd en 2025, exportando entre 250.000 y 350.000 bpd principalmente a Estados Unidos, Brasil y Chile, con un crudo predominantemente ligero y dulce (30-33° API, bajo en azufre). Estas estimaciones se basan en datos hasta abril de 2025 y proyecciones de fuentes como la IEA y CEPH, pero podrían variar según infraestructura, políticas económicas y dinámica global del mercado.

Brasil

Brasil probablemente producirá entre 3,8 y 4,2 millones de barriles diarios durante 2025, exportando principalmente a China (seguida por EE.UU. y España). Continuará ofreciendo un crudo de alta calidad, predominantemente de la capa presal, con bajo azufre y características que lo hacen competitivo en el mercado global.

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