China y su difícil mundo multipolar

 

Xi y Putin han tenido 40 cumbre bilaterales en lo que llevan ambos en el poder. Recientemente se encontraron para celebrar el 75 aniversario de las relaciones entre ambas potencias y se han atrevido a formular un plan de desarrollo conjunto para el año 2030 con más sinergias en sus respectivas estrategias. Beijing lleva en esto el liderazgo económico y Moscú está cada vez más dependiente de lo que decida en PCCH o, lo que es lo mismo, Xi. No obstante, hay preocupaciones de parte de este último.

Al igual que pasa con la transición energética en que la viabilidad de las energías limpias va más lenta que la voluntad política, superar a Occidente lleva su tiempo. Moscú respalda a la iniciativa de los BRICS con China al frente de desdolarización, pero las empresas e instituciones financieras, incluso chinas y rusas, temen aislarse de un sistema financiero global que sigue dominado por el dólar. Por otro lado, la lentitud de China en su supuesto interés en nuevos gasoductos ilustra su compromiso continuo de evitar una dependencia excesiva de una fuente, en este caso su socio ruso aparentemente y por ahora amigable. Nada indica que no termine haciendo lo mismo que hizo con sus clientes europeos y eso los chinos lo calculan.



Rusia puede ser un socio estratégico que ayude a fortalecer la visión global multipolar de Xi frente a un Estados Unidos que quiere mantener el orden mundial post bipolar. Pero no puede reemplazar a Occidente cuando se trata de comprar exportaciones chinas, especialmente en un momento en que las exportaciones son vitales para el crecimiento económico de China. Eso va a costar mucho. Por ejemplo, según Bloomberg, China continental exportó alrededor de 24.000 millones de dólares a Rusia en los primeros 7 meses de su año fiscal. Eso es menos de un 25% de sus envíos directos a EE.UU., y menos todavía más teniendo en cuenta que partes notables de las exportaciones a Hong Kong, el Sudeste Asiático, México, entre otros, terminan siendo parte de las importaciones estadounidenses.

Lo más terrible es que es posible que Rusia no mejore como destino de exportación. Los datos publicados hace poco mostraron que el superávit de cuenta corriente de Rusia aumentó en los primeros cuatro meses de 2024, gracias especialmente a una caída de las importaciones. El banco central de Rusia indicó el 13 de mayo que los problemas de pago pueden ser un problema mientras Occidente busca, como se sabe, endurecer su régimen de sanciones contra el Kremlin. Algunos bancos de China, los Emiratos Árabes Unidos y Turquía han suspendido los pagos internacionales y el servicio de cuentas de clientes corporativos rusos. En teoría, los importadores rusos deberían tener abundante moneda extranjera (el yuan chino), disponible a partir de los ingresos por exportaciones del país. Pero la cuestión es que gran parte de esas ganancias se guardan en China ya que los exportadores están preocupados por el coste de la liquidación y la exposición a bancos sancionados en Rusia. Las empresas se expondrían a un mayor riesgo de sanciones si trataran con bancos rusos sancionados. Además, los bancos rusos en China están teniendo cuidado pues dada su huella global, tienen todos los incentivos para prestar atención a la advertencia que hizo el mes pasado la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, sobre los vínculos con Rusia. Así que no les entusiasma proporcionar liquidez en yuanes a Moscú.



La última visita de Putin no agregó nada nuevo. Beijing vacila por seguridad energética. Al no poder satisfacer sus necesidades energéticas a nivel interno, China ha tratado de limitar sus vulnerabilidades estableciendo un conjunto diverso de proveedores. Rusia es parte de eso, al igual que Oriente Medio (con Irán e Iraq al frente), e incluso Estados Unidos. Pero desarrollar una dependencia cada vez mayor de Rusia podría alterar el equilibrio. Y luego está nuevamente el desafío de las sanciones. No puede asumir la gran cantidad del gas y crudo ruso. Puede asumir pequeñas cantidades de Venezuela o incluso más grandes de Irán a través de la flota oscura, pero no el grueso de las exportaciones rusas. En la diversificación está la seguridad.

China, más allá de Rusia, intenta avanzar en otras regiones, pero no le está resultando tan fácil como quisieran muchos antioccidentales.

Desde Brasil hasta Vietnam, desde Alemania hasta Suráfrica, todos quieren hacer negocios con los chinos, pero no es fácil hacer negocios con los chinos. Se tienen que calentar más las relaciones y convertirlas en un ganar-ganar.



A los tiranos de diversas latitudes les encanta arroparse con China y Beijing (como Moscú), se muestra en la foto con estos, pero sobre el terreno, más allá de proyectos puntuales de depredación, no hay un avance sustancial superior al que ya se venía fraguando. Es decir, China avanza, pero a menor velocidad de lo que desea Xi. Y este ha sido su error. La virtud de China era no mostrarse tan agresivo políticamente.

Los lobos guerreros de Beijing aceleraron la Trampa de Tucídides que se venía armando, tal como hicieron los alemanes hace un siglo, y ahora sufren muchas dificultades con un Estados Unidos muy alerta y que, a pesar de ser caótico por dentro y al borde tal vez de un desastre institucional que puede hacer peligrar su orden interno, asume como consenso que, con China, hay que poner barreras sin contemplaciones. Es una política de consenso que persistirá, pero que no debería llegar más allá por la elevada dependencia financiera entre ambas potencias.

El reacomodo luce difícil y China tiene que crecer mucho más todavía por dentro para poder avasallar en el mundo. De momento, le toca lidiar de forma más inteligente y paciente, como antes, dentro de un mundo bipolar.



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