La evolución de las baterías bajo transición energética: el último avance

 

Hay muchas expectativas con las baterías de estado sólido. Como se sabe, investigadores de Harvard de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Aplicadas han creado una batería de estado sólido que se carga en diez minutos y dura 30 años. No obstante, esto comercialmente no estará disponible a corto o medio plazo. Falta mucho y los rangos de desarrollo andan entre los 10 y 15 años. Esta es la pieza que falta para optimizar la ruta hacia la transición energética tanto en consumo de hogares como en transporte. Está claro en esto último que la resistencia en torno al uso de vehículos eléctricos, interesantes para última milla, pero no para grandes desplazamientos, están en las persistentes restricciones sobre el alcance y longevidad de las baterías de iones de litio o Li-ion. De allí que los investigadores de todo el mundo hacen un esfuerzo por superar este escollo que, de solucionarse, podría marcar un punto de partida de aceleración de la transición energética.

La batería de los investigadores de Harvard se podría cargar lo que tarda en cargarse un tanque de gasolina y podría aguantar entre 2 y 6 veces más ciclos de carga que los actuales vehículos eléctricos. En esa línea diferentes marcas como Toyota y Volkswagen están avanzando con sus propias versiones de baterías de estado sólido. Esperan en 10 años tenerlas en circulación. La clave aquí es que, de lograrse, la revolución iría también a otras aplicaciones residenciales, TIC e industriales, especialmente en lo referente al transporte pesado, pues este tipo de baterías en estado sólido ofrecen una mayor densidad energética. Es decir, pueden almacenar más energía por unidad de volumen o peso que es lo que garantiza una mayor duración y menor tamaño, además de funcionar en un intervalo de temperaturas más amplio. Clave bajo cambio climático y temperaturas extremas. También son más seguras que las actuales.

Algo que puede dinamizar la minería de materiales críticos para la transición energética con este avance es que los modelos que se están trabajando necesitarán más plata, magnesio o silicio.

Siempre hay dudas del paso del laboratorio al mercado. La más llamativa está en que sean capaces de aguantar presión extrema o sea capaz de respirar, expandirse o contraerse. Falta trabajo de ingeniería al respecto y lo disponible hasta ahora podría anular la ventaja de la densidad energética. Lo otro es la seguridad. Ciertamente, la batería de estado sólido no debería incendiarse, pero lo que le rodea si puede ser afectado. Otro desafío de ingeniería. Algo que se tendrá que resolver en el lapso de estos 10 años.

Aquí dos puntos para tomar en cuenta: 1) la modificación de las cadenas de suministros, importante para países exportadores de materiales críticos, 2) la adaptación de esta tecnología a soluciones integradas industria-residencia-automoción. Esto último es lo que marca el sentido conservador de la industria petrolera pues si esto está a la vuelta de la esquina, perforar y desarrollar a gran coste no será tan atractivo y resultaría mejor aprovechar el último boom de precios petroleros mientras se consolida este avance tecnológico. Hay muchas ventajas en toda esta situación para la industria petrolera que también piensa y actúa en la forma de cómo adaptarse a la transición energética.






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