La incoherencia impaciente ciudadana sobre la sostenibilidad

Hay que ser claros. No se puede. Día a día se nos habla de sostenibilidad, pero la realidad es que no se puede.  

Por cada unidad de emisión de carbono que puede ahorrarse Occidente, Asia emite 10. Necesitan crecer y para crecer con la tecnología actual no les queda otra que emitir.

Queremos hacer la compra en el super con bolsas traídas de casa, pero el 99% de lo que puedes conseguir en un super al precio que puedes pagar está envuelto en plástico. De lo contrario se pudre. Si quieres ecológico, será más costoso y gastarías mucha más agua para poder mantener esos cultivos para la gran masa poblacional. 

Queremos que las cementeras, siderúrgicas, petroquímicas no emitan, pero morimos por tener una casa propia y preferiblemente sólida. No de barro o palmas. Eso solo para el anexo de la casa donde hacer barbacoas de vegetales. 

Queremos no consumir gasolina, pero para tener el costosísimo coche eléctrico a una electricidad relativamente asequible no podemos depender, por ahora solo de fotovoltaica o eólica. Se necesita también hidrocarburos y hasta nuclear para cumplir con el rango apropiado de autonomía y seguridad energética de esa electricidad. Por no hablar que obtener las materias primas para la batería la cantidad de energía, agua y daño sobre el terreno, todo un pasivo ambiental que no se suele contabilizar.

Queremos y queremos. Nos desgarramos las vestiduras en todos los espacios. Pero simplemente, por ahora, todo no se puede. Hay incoherencia cuando quieres y lo obtienes a pesar del coste en emisiones o contaminación e impaciencia cuando lo pides y no te llega.

Para paliar tanta incoherencia e impaciencia, normal porque el entorno ambiental no pinta nada bien, la comunicación y la culpabilización del otro es clave. El gesto de la bolsa, el de tener buscar algo de renovables para la casa, el tener el coche eléctrico cueste lo que cueste, el reclamar no comer incluso carne, es como un confesionario católico o la quema de brujas. Ahí purgamos nuestras culpas y salimos redimidos. Catarsis hecha, retorno a las emisiones.

¿Cuánto tiempo durará esto? Esta constante disonancia cognitiva aplacada por el confesionario o quema de brujas (sin culpar a un chino o indio por cierto), puede durar unos 20 o 30 años. 

La ciencia y la adaptación de la innovación tecnológica no puede ir tan rápido como los ciudadanos preocupados por el ambiente desean. Mientras tanto, se instala la idea. 

Está bien esta conciencia ecológica, incluso los niños que poca idea tienen de donde viene el iPhone desde el que se quejan de estrés climático. No obstante, independientemente que el cambio climático sea o no nuestra culpa al emitir, es ganancia lograr sostenibilidad en el planeta. 

Por ahora, ante la desesperación por llegar a ese punto: nos queda el confesionario o la quema de brujas. Y nosotros, aguantar la tabarra. 

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