Entre el ojo del huracán petrolero y la ciclogénesis del coche eléctrico
Por
Martín Durán (@MHDG1945)
En economía y política
energética casi siempre ponemos el foco en ¿Cuál sería la futura fuente
energética? ¿El cambio será abrupto? ¿Gradual? ¿Por ciclos? ¿O todos a la vez?
¿Cuándo?
Es una perspectiva que va de
la mano de la interpretación macro-histórica del uso de las materias primas, su
disponibilidad, su hegemonía en esta secuencia: agua - fuego - viento - tracción sanguínea- carbón- petróleo-átomo- gas
natural-renovables – hidrógeno -bio - etc etc etc….
Cierto es que para muchos la
clave no está en la secuencia sino en la coexistencia determinada por ciclos
del predominio de una materia prima y la tecnología “a la que” o “de la que” se
sirve. La realidad puede ser más compleja aún. Es verdad lo de la coexistencia,
pero comienza a cuestionarse la idea del predominio de una materia prima o una
tecnología determinada caracterizando el funcionamiento de una era o un ciclo
específico.
Ahora, por ejemplo, estamos
ante una fase de transición de la industria petrolera hacia una etapa previa a
su declive como pieza clave de la automoción (su sector más rentable). Esta
industria sabe que en décadas la fiesta se habrá acabado, que la profecía
Yamani se habría cumplido casi con exactitud. El petróleo seguirá fluyendo
mientras la ingeniería de materiales lo permita y coexistirá como fuente
energética con otras cada vez más económica y menos contaminantes o limitadas
si se compara con la futura ubicuidad de las renovables en sus diferentes
versiones y tamaños.
Mientras eso ocurre, aparece
el coche eléctrico, los drones en todas sus expresiones, la robótica en el
marco de la IV revolución industrial, el uso inteligente (aún más), de los
datos y la información emanada de las personas y las cosas.
Así estamos entre el ojo del
huracán petrolero y la ciclogénesis del coche eléctrico.
El ojo del huracán petrolero
es un espacio de calma ante de su última arremetida
motorizada por los crudos no convencionales y el shale oil. Se caracteriza por:
- Una concentración del crecimiento del consumo en zonas en desarrollo (curiosamente, como los huracanes, también en zonas tropicales), donde aún el espectro de la III revolución Industrial y mucho menos la IV revolución industrial se ha instalado y las renovables apenas están haciendo sus primeras incursiones en el marco de un déficit de desarrollo de infraestructuras eléctricas, y donde también, paradójicamente y gracias a la reducción constante de costes, las micro-grids con renovables hacen una aparición todavía incipiente llenando el vacío dejado por los sistemas energéticos centralizados mal mantenidos o poco expandidos.
- Desarrollo creciente de zonas o regiones petroleras con alto coste en exploración y producción no convencional, aguas profundas y shale. Esto se logra gracias a un notable impacto de la innovación tecnológica petrolera sobre las estructuras de costes. A pesar de lo difícil que es buscar y explotar petróleo en términos técnicos/económicos, la industria afronta el desafío de la mano de la tecnología con mucha fuerza. La aventura del shale, las arenas bituminosas o las plataformas petroleras en aguas profundas así lo demuestran. Cada día la industria baja los costes, aunque eso no evita que sufra también el constante desafío de precios de venta no atractivos. Ciertamente eso afecta y paraliza muchos proyectos, pero a la vez es el estímulo por innovar para lograr la reactivación en términos de costes. Los bajos precios, más elevados costes, más condiciones político-institucionales-tributarias exigentes constituyen el tiburón en la pecera de la industria petrolera. Es lo que la mantiene alerta, viva.
- La ley de la petro-política funciona y es pendular. Ahora que muchos proyectos no son viables por precios inferiores a los 80 dólares el barril, los Estados con muchas reservas sin explotar y necesitados de renta petrolera (algunos porque quebraron su propia industria, como Venezuela), modifican sus estructuras legales y comienzan a diseñar e implementar futuros procesos de apertura y privatizaciones petroleras para el desarrollo de campos maduros convencionales, no convencionales y aguas profundas. Para ello se requieren cuantiosas inversiones que la industria global posee y apostar a buenos negocios generadores a su vez de renta petrolera vía tributos para dichos Estados.
- Creciente inestabilidad geopolítica, social y ambiental impactando por igual a la industria y los petro-estados a escala global, regional y, sobre todo, local. Los Estados y la institucionalidad privada se está debilitando ante las crecientes expectativas de los ciudadanos y eso incluye las áreas de exploración y explotación petrolera, así como transporte, refinación y almacenamiento. Nada se mueve sin algún tipo de reacción local con su correspondiente reflejo mediático. También debemos contar con la debilidad de algunos petro-estados que afectan el desempeño de los mercados. Algunos de dichos petro-estados quieren anticiparse a los cambios, pero otros no, por lo cual, están condenados a decaer en la brecha entre el ojo del huracán petrolero y la ciclogénesis del coche eléctrico y otras tendencias de vanguardia. Por último, el cambio climático, independientemente de su origen, está afectando la estabilidad social de muchos países y dentro de estos, a las instalaciones petroleras y energéticas en general. El cambio climático afecta desde el acceso al agua hasta la seguridad alimentaria, desde la seguridad de la infraestructura hasta el comportamiento de la demanda energética.
Con estas cuatro
características bajo el ojo de este huracán se observa una tensión entre la
búsqueda y explotación de recursos no convencionales o convencionales en
yacimientos maduros y la lucha por bajar los costes. En medio de esto, la
vanguardia de la industria petrolera irá ampliando su participación en
renovables, coches eléctricos, adaptándose poco a poco a una transición
energética.
Es difícil verlo porque aún
estamos en el ojo del huracán petrolero, pero fuera de dicho huracán, aunque
haciendo intersección con el mismo en algunos puntos, podemos observar la
ciclogénesis del coche o vehículo eléctrico. Esta ciclogénesis se caracteriza
por:
- Concentración de las primeras iniciativas comerciales de implantación en el hemisferio norte (como una buena ciclogénesis), con extensión a algunas zonas del sur, en gran parte, debido al desarrollo de clusters de innovación tecnológica energética.
- Crecimiento cuantitativo y cualitativo de la ejecución de políticas nacionales y municipales de estímulo al uso del coche eléctrico, las renovables, las redes inteligentes (en no pocos casos para poder tener aire limpio y respirar), así como planes de sostenibilidad integrada en ciudades orientadas a limitar las emisiones y uso de los coches contaminantes.
- Mejora sustancial en estructuras de almacenamiento de electricidad (bajando sus costes y ampliando sus capacidades), así como generación, transporte y distribución de energías renovables integrándose a modelos híbridos de transición.
- Más conciencia ciudadana en torno a la sostenibilidad.
- La revolución de los datos, la información y el análisis de los mismos mediante las TIC y su aplicación en la robótica en el marco de la naciente IV revolución industrial. Esto genera ganancias en términos de eficiencias.
El potencial y la capacidad de
crecimiento de esta ciclogénesis es enorme hacia el norte como el sur y su integración
a la revolución industrial entre la explotación y análisis de datos integrados a
procesos domésticos o industriales robotizados (incluidos drones), ampliará su impacto.
El ojo del huracán no nos deja
sentir la ciclogénesis en ciernes. Todo lleva su tiempo. Hablamos de décadas, una
o dos para ver el final del último huracán petrolero y encontrarnos en pleno de
frente a la ciclogénesis.
Sin duda vienen tiempos interesantes
y feliz el que se adapta a los mismos y mal para quien se resista al cambio y se
quede añorando otro huracán petrolero que no aparecerá.
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