10 de Mayo en Venezuela: el legado del chavismo



Cuando un ministro de electricidad contabiliza los minutos de lluvia sobre un embalse de una central hidroeléctrica que suministra entre el 65% y 70% de electricidad de un país de 30 millones de habitantes a pocos centímetros para que dicho embalse deje de servir al dispositivo de turbinas de generación se puede tener la certeza de que todo está perdido para los nacionales de ese país.

Venezuela construyó entre 1940 y 1998 uno de los sistemas de generación, transporte y distribución más avanzados y sostenibles de Suramérica. Su base operacional al igual que muchos países de la región era la hidroelectricidad complementada con capacidad termoeléctrica de soporte. Para acoplar la oferta de electricidad al ritmo de la demanda no solo había que invertir en el mantenimiento, crecimiento y diversificación de la capacidad de generación, transporte y distribución sino también lograr rangos de eficiencia a toda escala. 

Ciertamente existían problemas de coordinación entre el sector público y privado en la industria eléctrica venezolana pero el nivel de profesionalismo era aceptable y el país en ese sentido se daba el lujo de exportar electricidad de esta fuente renovable a sus vecinos.

El primer paso que dio el chavismo para desmontar ese notable avance modernizador de un país como Venezuela fue acabar con el cuadro gerencial del sector público de la industria colmándola de militares y civiles cuyo único criterio de evaluación de gestión al que se atenían era el de portar una camisa roja y levantar el puño izquierdo cuando el presidente Chávez y sus ministros de los pedía. Todo el cuadro gerencial y de mantenimiento, aunque con menos escándalo que en el caso de PDVSA, fue o bien despedido o instados a renunciar. 

El segundo paso fue las nacionalizaciones en el sector privado y el tercero dejar que la nomenclatura cubana (país que tuvo su retroceso energético a pesar de la ayuda soviética mientras Venezuela construía la presa hidroeléctrica más grande del mundo allá por los años 60), se hiciera a cargo, junto a empresas venezolanas privadas de la boliburguesía o ricos corruptos chavistas (los bolichicos), de la gestión, recuperación y mantenimiento del sistema eléctrico venezolano.

Los resultados están a la vista. Varios ministros militares y civiles han pasado por cargos de responsabilidad en la gestión de este sistema. No pocos con familiares enriquecidos y ahora flamantes empresarios con casos de corrupción en distintas partes del mundo, pero la población tiene que sufrir entre 4 y 12 horas de apagones porque no llueve en las cabeceras del Caroní que alimenta al Guri. Lo triste, lo deprimente, por no decir, lo desesperante, es que el ministro de electricidad actual le haga creer a la población que la lluvia sobre el embalse es un alivio con un evidente desconocimiento de cualquier funcionamiento de un circuito hidrográfico y mucho menos hidroeléctrico.

Si el Guri llega al nivel de 240 metros sobre el nivel del mar dejará de producir 5.000MW. Suficiente para suministrar electricidad a 10 estados de Venezuela. Quedaría con una producción de solo 2.000 MW y la última máquina se pararía a 215 metros sobre el nivel del mar (algo que se duda que ocurra porque se está al final de la sequía), no obstante existe el riesgo de efectos “vórtices en el agua” que podría causar explosiones en las turbinas que quedan funcionando. 

Esto no sería problema si el parque termoeléctrico de 17.000 MW funcionara a plenitud o con el mayor potencial pero este funciona con solo 6.000 MW. El resto de los MW pasean por los restaurantes y hoteles europeos y americanos de la mano de las cuentas en paraísos fiscales de los bolichicos y ex ministros chavistas.

Los cálculos indican que el colapso comenzaría el 10 de mayo. A esas alturas la mitad del país pasará de tener racionamiento de 4 a 12 horas a tener uno de casi 20 horas. A la espera de fuertes lluvias en las cabeceras del Caroní, la situación podría ir mejorando si no se dañan parte de las 20 turbinas de Guri a partir de agosto de este año y tal vez pecamos de optimistas. Aún así, no desaparecerían los planes de racionamiento energético por un año más.

Que esto ocurra en un país petrolero y cuyo apellido debería ser energía resulta sin duda una vergüenza y sin ánimo de polemizar es, junto a la hecatombe de PDVSA, uno de los legados más importantes y destructivos dejados por Hugo Chávez y Nicolás Maduro junto a sus colaboradores. Un ejemplo hasta dónde puede llegar el personalismo político, uno de los más extremos a analizar en futuras investigaciones por su caracter eminentemente destructor.

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