La decadencia de PDVSA y el final del petro-rentismo chavista

Sin duda todo tiene su final y nada dura para siempre.

La revolución socialista venezolana está diseñada para depender del petróleo mientras estimula un cambio radical de las estructura de producción. Un cambio que no termina de llegar.

Su objetivo no deja de ser factible, siempre y cuando los precios del petróleo estén fuertes y creciendo y la producción incrementándose a ritmos agigantados sin ataduras OPEP. 

Con solo esas dos condiciones ideales, la revolución es posible aunque sea como “Aldea Potemkin[1]”. 

La revolución entra en una fase crítica porque la base sustancial del petro-rentismo se está desmoronando. Dicha base es PDVSA y el resto de la industria petrolera bajo control del gobierno venezolano.

En el año 2006, convencido de su consolidación en el poder, el Presidente Chávez, ahora “Comandante Eterno de la Revolución”, decidió apoderarse del resto de la industria petrolera luego de 3 años de control absoluto sobre PDVSA. 

Las expropiaciones y las nacionalizaciones de las actividades operacionales de recuperación de crudos y plantas mejoradoras (proyectados y construidos 10 años atrás bajo la antigua “apertura petrolera” del período democrático), así como de las empresas de servicios y soporte de recuperación secundaria en yacimientos convencionales maduros, no fueron consolidadas posteriormente con la mejora del desempeño humano profesional sino empeoradas por la falta de auditoría y equilibrio de poderes, la excesiva politización y militarización de las operaciones. 

La revolución ahora ha entrado en una trampa petro-rentista: para sobrevivir tiene que producir más petróleo sin hacer caso a las ataduras de la OPEP y para producir más petróleo tiene que invertir cada vez más en la industria petrolera para mantener no solo la producción convencional mediana y ligera de campos maduros sino construir una capacidad de mejoramiento sin par en paralelo al mejoramiento de una capacidad de refinación de primera línea para poder complementar la cesta de exportación y las necesidades de mejoramiento de crudos extra-pesados.

¿Qué ha pasado?

 Intentaremos explicarlo.

Las nacionalizaciones o expropiaciones por sí sola no son malas. Lo malo viene cuando la gestión en manos del Estado no es la más óptima posible. Se sabe que el mejor negocio del mundo es una empresa petrolera y el segundo mejor negocio del mundo es una empresa petrolera mal administrada. Esto es verdad hasta cierto punto si se logra un balance más o menos sostenible entre inversión, propiedad y gestión eficiente comercial de reservas convencionales pero no en el caso de hidrocarburos no convencionales, los cuales, requieren un tratamiento adicional y más equilibrado para poder colocar crudos mejorados y refinados en el nicho que más ganancias da a una empresa petrolera: la demanda del mercado automotor.

PDVSA desde la segunda década de su nacimiento, mucho antes de que Chávez pusiera sus manos sobre ella, estaba preparándose para una realidad contundente: las reservas petroleras convencionales venezolanas irremediablemente entrarían en declive y el mayor peso en su canasta de exportaciones pasaría a las extracciones en la Faja del Orinoco, por lo cual, había que desarrollar y adquirir tecnología para poder mejorar dicho bitumen o extra-pesado (incluyendo la invención de la orimulsión) y hacerlo llegar de la mejor manera posible a las refinerías de Citgo y el resto del parque refinador de EEUU, Europa y Asia.

Cuando Chávez expulsa a 20.000 trabajadores de alto nivel de PDVSA y la politiza de la mano de Alí Rodríguez Araque, Bernard Mommer y Rafael Ramírez, no logra restaurar una gestión eficaz de PDVSA. Independientemente de lo político, lo ideal hubiese sido que esa capacidad de gestión no solo hubiese sido mantenida sino mejorada. A fin de cuentas, se estaba en una revolución.

Pero nada como ese momento en el que políticamente se desmonta un régimen y se intenta construir otro para que intereses privados colonicen el proceso de montaje de un nuevo andamiaje. 

Redes de mafias cívico-militares colonizaron a una PDVSA liberada de todo control y bajo la clara complicidad por acción u omisión del Presidente Chávez. 


Si antes la gestión de la corporación era tildada de poco clara (algo que no era así del todo, había más transparencia que ahora), a partir de 2003 se convirtió en una verdadera caja negra.

Como todo en la vida, el resultado de esta cadena de errores tarde o temprano se hace evidente, veamos un top 10 de las consecuencias:

  1. La recuperación de la producción de campos con crudos ligeros y medianos no solo no se mantuvo sino que dicha producción decayó como consecuencia de las nacionalizaciones de las empresas de servicios en Zulia y Monagas y la mala gestión por parte de PDVSA. Esto derivó en que los crudos que pueden obtener más renta internacional al no ser vendidos ya no aportan la renta internacional a los mismos niveles que movía a PDVSA y el fisco. 
  2.  La recuperación de reservas petroleras convencionales, a pesar que se certifica a las no convencionales colocando al país como el de mayor reservas petroleras del mundo (si pero ¿De qué calidad y a qué coste?  Sin duda, otro enunciado Potemkin), no se logra al ritmo adecuado porque PDVSA dejó de explorar onshore y offshore (salvo las exploraciones realizadas en gas natural en manos de transnacionales). 
  3.  La gestión de la seguridad industrial y optimización de procesos productivos decayó y ha llevado a constantes pérdidas, derrames y explosiones de refinerías convirtiendo a Venezuela en un mayor desastre ambiental del que era y transformándola en una importadora de derivados (cuando era exportadora), a raíz de sucesivas explosiones y paradas de su parque refinador registrando un record de accidentes industriales en sus sectores upstream y downstream (Cerca de 600 accidentes desde 2003 con 70 fallecidos). 
  4.  El retraso en la construcción de mejoradores y el caos administrativo de la principal accionista en su ejecución (PDVSA) que ha hecho que empresas del mundo no puedan operar con eficacia y hacer las entregas en forma debida. Los mejoradores en construcción no podrán ser entregados en 2016 y se tiene que acudir a crudos diluyentes para poder hacer comercializables los crudos extra-pesados. Se habla de importaciones desde EEUU, Argelia y Arabia Saudita para poder cumplir su cometido con el peso que esto lleva sobre las ya agobiadas finanzas de la estatal. Entre la compra diluyentes que no se pueden producir en Venezuela por el declive de la producción convencional (crudos ligeros, naftas) y la compra de combustibles para consumo interno, Venezuela pasó de exportadora de millones de barriles diarios de estos productos a importadora de 150.000 barriles diarios en menos de 5 años. 
  5.  El retraso de la construcción de la infraestructura necesaria para gasificar al país. En este ámbito, si bien se va más rápido, esto ocurre a pesar de PDVSA y gracias a que la participación del sector privado es más libre. El retraso en la gasificación impacta no solo en el resto de las operaciones de PDVSA sino en la seguridad energética del país. 
  6. El endeudamiento de PDVSA con proveedores, BCV[2], China y Rusia (pasó de 2.000 millones de dólares en 2006 a 180.000 millones de dólares en 2014) gracias a la misma dinámica petro-rentista de la revolución. Es decir, todo beneficio y todo ingreso era manejado a discreción por el fallecido líder supremo Hugo Chávez en beneficio de programas sociales o su voluntad, además de financiar toda la estructura de Petrocaribe, Alba y Cuba, entre otras redes. Dicho endeudamiento lleva a PDVSA a niveles insostenible de gestión. 
  7. De haber tenido 45.000 trabajadores pasó a tener en nómina a más de 100.000 trabajadores y la producción y refinación cayendo en picada. Si bien se hicieron esfuerzos tímidos por recuperar la capacidad profesional y técnica de dichos trabajadores, muchos de los reenganchados o preparados terminaron migrando a otras empresas petroleras extranjeras. PDVSA ya no es el mejor empleador para profesionales cualificados. 
  8. De lograr una expansión notoria en su capacidad de exportación en al menos un mercado potente como es EEUU que paga al contado, subsidia no solo al Caribe con crudos y refinados sino que exporta crudos para pagar deudas a China. Hoy en día el cliente que mejor está pagando además de EEUU es India. Sin duda la diversificación de mercados de exportación siempre ha sido un imperativo, la pregunta es a qué coste. 
  9. La pérdida de confianza en PDVSA a escala global tanto como proveedor como corporación. Su garantía es cambio de deuda por crudos y ya comienza a no ser suficiente. 
  10.  La pérdida de liderazgo como productor OPEP y productor en la región. Canadá, EEUU y México amenazan seriamente con quitarle su principal mercado. La revolución petrolera que se está viviendo en el Golfo de México afianzará aún más ésta pérdida de liderazgo impactando al mismo tiempo sobre las cotizaciones futuras de crudos. El crecimiento de la oferta de crudos en Occidente y la caída de los precios acelerarán el hundimiento de PDVSA por carecer de competitividad y claridad de objetivos a la hora de enfrentar el cambiante mercado energético de la segunda década del siglo XXI.

El fin de la revolución comienza por la caída de PDVSA, precisamente, por dónde comenzó su consolidación. Entre 2003 y 2014 hemos presenciado un viaje colmado de depredadores de un recurso inmenso pero finito. Lo paradójico de la situación es que lo que se había iniciado como una estrategia para evitar la privatización de PDVSA terminará en la privatización de PDVSA. 


Entre una deuda cada vez más inmanejable y la fuerte presión fiscal, las aperturas y privatización de activos reaparecerán con fuerza inusitada para poder relevar a las redes que hoy controlan a PDVSA atendiendo muy mal el cometido.

Es posible, y ya aparecen señas de que dicha privatización aparezca de la mano de precisamente quienes la destruyeron y algunos nodos de estas redes sobrevivan. Es decir, de los Ramírez, los Mommer y el resto de las redes cívico-militares del chavismo. Ellos, al igual que ocurrió en la Rusia Post-Soviética, se convertirán, si las condiciones políticas les favorecen, en los nuevos capitalistas petroleros del Caribe.

Será un lavado de cara pasado el desaguisado y todos estarán contentos porque si algo hace bien la industria petrolera es borrar el pasado, sacarles las sonrisas a los implicados en el negocio y empujar sin escrúpulos hacia el futuro. 

Luego de un mal sueño de casi dos décadas muchos dirán, olvidado el factor ideológico: aquí no ha pasado nada! El dinero corre y todos somos felices!

Ya los historiadores se encargarán de relatar cómo fueron esas maravillosas transferencias de riquezas que implicaron la apertura petrolera del período democrático y las nacionalizaciones de Chávez.


[1] Se define como Pueblo o Aldea de Potiomkin cuando se quiere describir una cosa muy bien presentada para disimular su desastroso estado real. A primera vista parece muy bien acabado y deja a todos impresionados, sin embargo le falta la substancia principal. Es más común la forma plural pueblos Potemkin. Según una leyenda moderna, en 1787 antes de una visita de su soberana la zarina Catalina II de Rusia, la Grande, Potiomkin, el favorito, hizo edificar bastidores/fachadas pintadas a lo largo de la ruta de visita de Catalina la Grande, para presentar pueblos idílicos en la recién conquistada Crimea, pero para encubrir la verdadera situación catastrófica de la región. Esta leyenda fue dada a conocer en la corte por parte de los adversarios de Potemkin, que le envidiaban su buena relación con la zarina.
[2] De acuerdo al economista José Guerra, el pagaré que mantiene Petróleos de Venezuela con el Banco Central de Venezuela llega a 82 millardos de dólares al tipo de cambio oficial de 6,30 bolívares por dólar, de acuerdo con las estadísticas oficiales, una cifra que supera las exportaciones petroleas que para el cierre de 2014 están calculadas en 80 millardos de dólares. Los números publicados hasta el 27 de julio pasado por el BCV muestran que el endeudamiento de la petrolera ha aumentado 156% en los últimos 12 meses, lo que indica que Pdvsa no ha sido capaz de afrontar por sí sola los compromisos de pago a proveedores y contratistas. Las continúas solicitudes para la renovación del pagaré que se hacen ante el BCV conducen a que su directorio autorice la impresión de billetes –sin respaldo en reservas internacionales– en la Casa de la Moneda de Maracay para poder transferir recursos a Pdvsa. Ese dinero inorgánico se utiliza para cancelar pagos a través de la banca, que alimenta la liquidez monetaria (monedas y billetes en circulación más depósitos de ahorro), por lo que los precios de bienes suben. La permanente renovación del pagaré se ha convertido en un círculo vicioso que afecta los sueldos y salarios.

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