Autoconsumo e hidrocarburos no convencionales: los dilemas del año 2014

La historia no es lineal y siempre tiene una trayectoria orbital en torno a fuerzas motrices. Hoy los mercados energéticos giran entre dos grandes fuerzas: el autoconsumo renovable y los hidrocarburos no convencionales. La innovación tecnológica energética ha hecho que esto sea posible. El paso de una fase post-hidrocarburos tardará sus décadas pero lentamente va incursionando una alternativa de la mano de tecnologías que permitan un consumo más inteligente con soporte y almacenamiento menos costoso. Los hidrocarburos no convencionales alargarán la vigencia de esta era energética pero debajo el descenso constante de los costes de tecnologías más sostenible terminará minando el poder de venta y generación de ingresos de los hidrocarburos. Tardará sus años pero vendrá.

Las variables geopolíticas en Oriente Medio y el Norte de África siguen teniendo una influencia sobre los fundamentos del mercado a pesar del creciente impacto de los hidrocarburos no convencionales en EEUU, Canadá, Australia y dentro de poco la misma China.

La tendencia durante 2013 y que se mantendrá en 2014 es que la demanda petrolera siga creciendo a un ritmo ligeramente superior al 1% y la oferta lo haga a menor ritmo, a tan solo 0,5% dejando una brecha deficitaria de 100.000-400.000 barriles diarios.

Los precios se mantendrán fuertes y podrían ascender ligeramente y en situaciones circunstanciales ante la inestabilidad de Oriente Medio, el Norte de África, aunque también podrían descender por momentos debida a alguna ralentización del consumo derivado del comportamiento de la economía china. 

El peso del consumo lo siguen llevando los países emergentes y en cierta forma empuja al mercado de hidrocarburos.

El surgimiento de nuevas reservas en EEUU y su consumo doméstico podría tener algún efecto negativo en los precios y sobre todo sobre futuros proyectos de generación eléctrica partiendo de energías renovables.

El problema de los no convencionales no solo son los acuíferos sino la gran cantidad de agua que se necesita para producirlos

 Las renovables luego de un fuerte auge sentirán una desaceleración de su crecimiento en aquellos países desarrollados que han cambiado su marco jurídico y han retrocedido a las plantas termoeléctricas y de ciclo combinado. Aún así seguirán avanzando.

La gestión de la demanda de la mano de las tecnologías de almacenamiento y su adaptación a micro-grids seguirán su camino pero aún no muestran todo su potencial. Se requiere de un esfuerzo adicional y de tiempo para la maduración de dichas tecnologías y su adaptación a las economías emergentes.

Muchos países están sintiendo la presión de abrir espacios antes vedados a la explotación de hidrocarburos. Ecuador, Colombia, EEUU, entre otros, hacen caso omiso de los impactos de la explotación en zona sensible. En ese sentido, se podría decir que la implantación de las políticas de desarrollo sostenible está perdiendo impulso y lo avanzado durante la primera década del siglo XXI puede verse comprometido con el avance de los hidrocarburos no convencionales y el retroceso en el soporte a las renovables.

Muchos gobiernos como el de España o Polonia se preparan para explorar las técnicas de shale gas y shale oil sin tener la certeza de mínimos rangos de seguridad que no terminen por afectar los acuíferos. La independencia energética es el argumento, pero aún así, como ocurre también en Alemania, prefieren quitarle soporte a las renovables y entregarse al poder del gas natural importado o poner en riesgo sus ecosistemas.

Nuestro consumo energético puede ser satisfecho de una manera más simple: aún nos cuesta llegar a esto

Sin duda, el peso de los lobbies de las eléctricas y gasistas es importante. El retorno de inversión de una planta de ciclo combinado supera con creces lo que se pueda ganar con granjas fotovoltaicas o parques eólicos, por mencionar solo dos alternativas renovables.

Se agrega a esto que la tendencia en dos o tres años es que el precio del gas natural baje gracias no solo a los avances de Norteamérica, Australia o China, sino también el ímpetu de África Occidental y África Oriental.

Los esfuerzos de exploración en los países africanos son enormes y con ello se podrían incrementar las reservas y las exportaciones a economías que precisamente prefieren conservar su matriz energética “gasificada”.

La pregunta que surge entonces es ¿qué harán Rusia y Qatar para evitar que los precios realmente bajen? ¿Podrán impulsar la idea de un cartel tal como intentan hacerlo?

El reforzamiento de la capacidad productiva de gas en países que no dependen de los hidrocarburos y con economías diversificadas como EEUU, Canadá, Australia y más adelante China, podría poner en riesgo dicho intento. Muchos países africanos lo pensarán bien antes de restringir una producción que en cantidad le da aún así buenos impuestos. Lo lógico es que se plieguen a la iniciativa rusa, pero aún muchos no lo consideran de buenas a primeras una opción hasta que como país se haya consolidado el negocio del gas.

Ante la inestabilidad de países como Libia, Irak; las potenciales amenazas de inestabilidad bien por factores exógenos como endógenos de Venezuela e Irán, los precios podrían ser un reflejo momentáneo del nerviosismo de los mercados y la especulación, ante la demanda aún pujante y la necesidad de construcción de inventarios en Asia Pacífico, los cuales, tarde o temprano tardarán en consolidar un colchón de estabilidad en el comercio de dicha región ante potenciales interrupciones en el Golfo Pérsico. Los precios se mantendrán entre 90 y 110 dólares el barril permitiendo que muchos países sigan intentando entrar en el juego desde Marruecos a Canadá, desde Sudán hasta el Perú.

No se detiene el mundo de los hidrocarburos, pero en una tienda Ikea ya se venden paneles solares. ¿Será éste un aviso contundente si los gobiernos lo estimulan de los primeros pasos hacia la posibilidad de autoconsumo en nuestros hogares y vecindarios dando paso a un paradigma de comercio energético descentralizado?

Para los economistas es una utopía. No es rentable. Pero allí está el fenómeno y como tal, si la capacidad de almacenamiento termina funcionando para un hogar o una pequeña fábrica, las posibilidades de eficiencia energética se incrementaría y con ello una gran restricción de la demanda de hidrocarburos.

Aún es temprano, pero esa tendencia se fortalecerá con los años por simple adecuación de la estructura de costes y porque ya al mundo nos cuesta respirar.

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