La industria petrolera Post-Chávez: una aproximación

3ra parte

La industria petrolera venezolana después de Chávez

Hugo Chávez abandonó el mundo entrando lentamente en el olvido. Ese Mundo dónde no existen los minutos de gloria, ni siquiera segundos porque inmediatamente aparecerá otro evento, otra cobertura.

Murió un líder ansioso en vida por el Olimpo de la historia en una época reacia a los mitos y más creyente en la celebridad viva de los medios de comunicación y las redes sociales.

Hugo Chávez murió dejando como legado una PDVSA maltrecha, una industria deprimida y las contradicciones de una sociedad incapaz de reflexionarse profundamente y concertar voluntades para la superación de sus dificultades.

¿Cómo saber qué pasará con la industria petrolera en los próximos años? Toca apelar a una serie de escenarios porque la incertidumbre domina el corto, medio y largo plazo.

Hemos visto pinceladas de cómo más o menos funcionó la industria y para ello hemos retrocedido prácticamente a la historia fundacional del Estado venezolano (que no del país).

Ahora intentaremos despejar esta ecuación con una serie de escenarios. Para ello debemos analizar brevemente las variables claves que incidirán en los mismos y luego pasaremos a una descripción analítica de la dinámica de los mismos.

Las variables determinantes son:

La política monetaria y fiscal: el actual gobierno luego de expandir el gasto y mantener un esquema de control de cambio que ha intentado flexibilizarse en vano, encuentra mucha presión para mantener el ritmo impuesto por el difunto presidente. Ese ritmo se estaba ya manteniendo con una elevada capacidad de endeudamiento y curiosamente todos los desafíos políticos en cada proceso electoral lo llevaron a incrementar el gasto para mantener algún tipo de distancia de una oposición creciente. La oposición en ese sentido ha dado en el clavo en eso de mantener al chavismo ocupado en beneficiar al pueblo de bajo estrato para no perder simpatías obligándolo a desgastarse sin remedio y se diría que visto lo del 14 de abril, casi en vano. Para el oficialismo, este ritmo de gasto se llama justicia social. Y dicha justicia salió de un conjunto complejo de subvenciones, planes de ayuda e iniciativas costosas de nacionalización y expropiación. Al limitar la capacidad productiva del sector privado se obligó a depender casi exclusivamente del petróleo y sobrestimo la capacidad de su equipo en PDVSA para responder a este desafío. En consecuencia, salvo que los precios del crudo se disparen más allá de los 110 dólares el barril en forma sostenida, el Ejecutivo Nacional tendrá que hacer restricciones y acudir a más devaluaciones con todo lo que ello implica. En ese sentido, lo conveniente en este momento sería incrementar la eficiencia del gasto y generación de las condiciones mínimas para impulsar la confianza en el sector privado. Eso, desde luego, está lejos de la forma de actuar del oficialismo, por ahora.

Relaciones gobierno-sector privado: Con el retorno de Merentes y la necesidad de más recursos, el apoyo del sector privado es sumamente importante. Como se ha visto, Venezuela está amenazada por el chantaje violento y constante del oficialismo que se sirve de lo estatal y paraestatal para someter voluntades y controlar el flujo de favores políticos entre el Ejecutivo Nacional y las grandes empresas privadas. Estas últimas apoyan ahora la permanencia de un status quo puesto que resulta preferible el control chavista que le garantiza cuotas sólidas de mercado (a riesgo de expropiación e inseguridad jurídica) a una victoria opositora que obligue al chavismo radical a sacar su capacidad de ejecutar la violencia. El sector privado tiene la certeza de que la oposición no tiene poder de fuego convincente en las fuerzas armadas, que el chavismo en apariencia actúa en forma compacta y controla el bastión militar y que todo lo que pase será por causa de quien tenga el mayor peso militar. Por ahora gana el oficialismo, pero esta balanza puede cambiar si Capriles y la oposición comienzan a ganar más espacios entre los pobres y una forma de que esto ocurra es que la crisis económica arrecie tal como promete, dejando a Maduro y sus aliados sin más opciones que la represión abierta, ante lo cual, no se sabe si contarán con la lealtad absoluta de las fuerzas armadas. Por ahora, las empresas y su dinero, restringido por el control de cambio y la inseguridad jurídica y sin mayor opción que seguir esperando, están abiertas a negociar con el gobierno siempre y cuando éste colaboren en la flexibilización del tipo de cambio (flujo de divisas) y cesen las expropiaciones. Un sector del gobierno ve en esto una oportunidad y tiende la mano. La meta es vencer el desabastecimiento y apoyarse laboral y tributariamente en la capacidad de facturación que vaya surgiendo de este nuevo arreglo. Aún es temprano para verlo, pero si el gobierno de Maduro quiere sobrevivir tiene que acudir a la capacidad productiva de la empresa privada.

La capacidad productiva de PDVSA: Como se ha visto, no hay nada peor que una empresa desarbolada de talento y contraloría. Una empresa así es presa de la voluntad personalista de líderes demagogos y camarillas criollas/foráneas. Lograr levantar la capacidad productiva de PDVSA es casi imposible en el corto plazo. Aún así la estatal apunta a la Faja del Orinoco, pero estos son proyectos a 4-5 años. La realidad de Venezuela se define en los próximos meses. Lo único que podría salvar a PDVSA de incumplir el rol de suplidora de recursos y desmejorar aún más en sus finanzas durante estos meses es dejar de exportar los casi 600.000 barriles diarios que da en condiciones favorable bajo los esquemas de colaboración (Petroamérica, Petrocaribe etc), dejar de importar combustibles, reducir el consumo interno optimizando el acceso a los combustibles mediante un sistema gradual de aumento de cotizaciones domésticas, abrir más espacios a la iniciativa privada en la optimización de pozos marginales (algo que aún puede tardar). Solo con dejar de exportar 600.000 barriles diarios en condiciones favorables reorientando esa cantidad a mercados que paguen a contado, podría, aún a riesgo de tener un efecto contraproducente en lo diplomático, suministrar una buena cantidad de recursos para la estabilización del gobierno de Maduro, ya afectado por la sospecha de fraude en su elección.

La paz social: aunque pocos en el exterior lo vean, hay más probabilidades de que la violencia política comience por la pérdida de la paz social que por la crisis política en sí. El gobierno de Hugo Chávez dejó una dinámica insostenible económicamente aunque si una fuerza sólida ideológicamente hasta cierto punto. El chavismo duro no pasa del 30% pero eso es suficiente para tomar en serio a cualquier colectivo que está convencido que la violencia es, ante todo, legítima para defender su revolución. Frente a eso, está el resto de la población pobre afectada que incluso se atrevió a votar por un cambio político como el propuesto por Capriles. Una propuesta que ha demostrado no estar organizada para la violencia (a pesar que el chavismo se empeña en mostrarla así). Ciertamente el chavismo controla el poder fáctico de la calle, pero las posibilidades de hiperinflación o desabastecimiento pueden generar protestas y con éstas una reacción del chavismo armado que haría perder la paz social y llegar a lo que se conoce históricamente en ese país como una explosión social ¿Qué posibilidades hay de una explosión social en Venezuela? Si se acude a la analogía histórica por menos de eso ocurrió una muy potente en 1989. Lo clave de una explosión social que derive en la pérdida de la paz social está en sus consecuencias sobre lo paz política y con ella la reacción del estamento militar.

La paz político-militar: la estabilidad política en Venezuela está sostenida por una red frágil de lealtades entre las fuerzas bolivarianas herederas y la insistencia de una oposición, por ahora unida, a permanecer dentro de los caminos pacíficos y democráticos. La frágil red de lealtades entre las fuerzas bolivarianas herederas está configurada por distintos nodos con distintos pesos obligados todos por la ausencia del “comandante eterno” (Hugo Chávez) y el instinto de supervivencia política y patrimonial a estar unidos. Estos nodos varían de alianzas y están liderados por personalidades que heredaron sus áreas de responsabilidades a partir del poder otorgado por Hugo Chávez. En el medio de éstos se encuentra la injerencia extranjera cubana como un factor de unión y control. En el primer nodo en importancia política y económica están los civiles pragmáticos vinculados con Cuba y con control de las áreas financiera y petrolera. Este nodo tiene sus facciones que se vinculan con otros nodos en otras áreas. Dentro del mismo se tiene el poderoso circuito liderado por Rafael Ramírez (Presidente de PDVSA) y Nelson Merentes (Ministro de Finanzas), dicho circuito choca con el liderado por Giordani (que pertenece al nodo radical, del cual hablaremos), ya de salida gradual del gobierno. El segundo nodo es el militar bolivariano liderado por oficiales activos y retirados que no son socialistas ni pro-cubanos pero que han cerrado filas con el gobierno de Maduro para proteger sus intereses políticos y patrimoniales. Sus líderes son Rodríguez Torres (Ministro del Interior), Wilmer Barrientos (Comandante del Ceo), Jesse Chacón (Pdte. de Corpoelec), Vielma Mora (gobernador del Táchira), Diosdado Cabello (Pdte. Asamblea Nacional) y Arias Cárdenas (Gobernador del Zulia). Este nodo garantiza de momento la estabilidad militar pero dentro del mismo existen distintos circuitos y alianzas con cambios casi imperceptibles en posiciones, especialmente en la Armada, dónde la situación no está muy segura para el oficialismo. La mayoría ha decidido apoyar a Maduro porque son consecuentes con su proyecto y porque no están dispuestos a negociar con la oposición por ahora. El tercer nodo es el de los radicales socialistas, al cual pertenece Maduro (el más moderado por ahora de todos dentro de los radicales) y con facciones que van desde los colectivos violentos hasta las lideradas por ministros fervientes socialistas pro-castristas. Los líderes de estos grupos son Jaua (Canciller), Jorge Rodríguez (Alcalde de Caracas), Maduro (Presidente de la República). Cada nodo cumple su papel de motor, garante y punta de lanza de la revolución (en ese orden). PDVSA y la industria petrolera alimenta esta maquinaria bajo el esquema clásico petro-rentista. Ahora están conscientes de que la situación económica requiere un período especial, una especie de pausa revolucionaria que apoya tanto el primer como segundo nodo y tolera el tercero. El nodo pragmático apunta a abrir más la economía ante el agotamiento de los recursos financieros petroleros, el segundo apoya estas medidas pues si bien son revolucionarios bolivarianos, en realidad no son socialistas ni mucho menos castristas. Posicionados junto a la boliburguesía (la capa de relaciones de testaferros y la nueva clase empresarial surgida al amparo del gobierno de Chávez) en el control de múltiples empresas y redes comerciales legales o ilegales, a ellos les conviene el resurgimiento económico capitalista de Venezuela. El tercer nodo lo ve como una pausa aunque no deja de ofrecer sus resistencias. En el caso de Maduro, todo es cuestión de supervivencia política. En paralelo a esta situación se encuentra una oposición que ha decidido unirse y que por ahora parece mantenerse como un bloque bajo el liderazgo de Capriles Radonski con conexiones profundas con la antigua clase empresarial venezolana y una clase política aluvional liderada por los partidos Primero Justicia, Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo, Copei, Causa Radical, Bandera Roja. En las pasadas elecciones pudieron ganar las elecciones con diferencia (desde este puesto de observación se puede decir que existen sobradas evidencias de que ganaron las elecciones, pero no se le reconocerá bajo ningún motivo, salvo el de la explosión social o política), y continúan actuando en forma de bisagra presionando en el ámbito doméstico e internacional para la auditoría exhaustiva con los cuadernos de votación del proceso pasado del 14 de abril hasta llegar a exigir la repetición de las elecciones, mientras que por otro lado no dejan de hacer campaña rumbo a las municipales de este año y las parlamentarias de 2015. Con este doble movimiento tanto la oposición radical como la democrática electoral juegan en forma coordinada y mantienen las expectativas de movilización. El objetivo es lograr no solo victorias electorales sino suficiente movimiento de base para tomar la calle con disciplina y perseverancia ante la represión esperada de parte de los bolivarianos, algo que ahora la oposición no está en capacidad de hacer salvo en algunas zonas de algunas ciudades. El camino escogido por la oposición ha sido el de la resistencia pacífica activa. Si bien se dice que tienen militares activos dentro de la FAN, la verdad es que no existe evidencia de que dichos militares sean suficientes como para desestabilizar al gobierno bolivariano. Así que la resistencia pacífica activa, su unidad y el liderazgo político de Capriles, ayudado por la mala gestión de gobierno heredada de Hugo Chávez y por ahora profundizada por Maduro en los ámbitos de seguridad, infraestructura, abastecimiento económico y superación estructural de la pobreza, impulsa a la oposición a ganarse hasta a los chavistas y su meta es no quedarse en el 50% de la votación sino llegar a un punto en que el bolivarianismo socialista esté ubicado en un 20% de las preferencias y que la mayoría opositora se sienta con fuerza en todos los ámbitos. Algo que obligue al actual gobierno claudicar ante una avalancha de votos o protestas y que le haga perder el afecto interesado de un sector militar importante. ¿Cuándo ocurrirá? Ya lo veremos. Pero ni el bolivarianismo es tan fuerte como aparenta ni la oposición es tan débil como parece. Es una situación de estabilidad inestable pendular que sin duda afectará el desempeño de la industria petrolera post- Chávez.

La comunidad internacional: existen tres anillos de relaciones entre Venezuela y el Mundo. El primer anillo está conformado por los países que tienen una elevada dependencia del petróleo y la renta petrolera venezolana, estos son los casos de Cuba, Bolivia, Nicaragua y algunas islas del Caribe que agradecen la colaboración energética de Venezuela bajo el marco de Petrocaribe. El segundo anillo está conformado por aquellos países con fuertes relaciones comerciales o de acuerdo con Venezuela pero que no dependen de su renta petrolera para existir, estos son: Colombia, Argentina, Uruguay y Ecuador. El tercer anillo está formado por el resto de países que tienen inversiones en Venezuela y un interés especial geopolítico por la estabilidad o el status quo de dicho país, allí entran EEUU, China, Rusia, Irán y Brasil. El país con mayor incidencia y control sobre la renta petrolera venezolana es Cuba. Sin duda La Habana no solo captura más de 120.000 barriles diarios a cambio de servicios sociales que luego puede revender a precios internacionales si lo desea, sino que tiene acceso a centros neurálgicos de datos de PDVSA y el gobierno nacional. Su actividad colonizadora continúa y de seguir así se puede presentar el caso en el cual hacer negocios con Venezuela pasará inefablemente por La Habana, algo no muy propicio para los inversionistas privados que apuestan a la transparencia. Luego de Cuba, en el primer anillo aparecen países con poco peso internacional pero que brindan solidaridad a cambio de un elevado coste. El caso peculiar de Nicaragua es notable pues financia su paso de una economía dependiente de las importaciones petroleras a una verde a través del flujo logrado por Albanisa, convirtiéndose a los ojos del Mundo en una de las economías de mayor empuje a las renovables, sin que estos consideren que detrás de este esfuerzo no solo está el talento nicaragüense (loable de por sí), sino la renta petrolera venezolana. Muchos de estos países del primer anillo, sino todos, se están abriendo a otras opciones de suministro energético y esquemas de financiación o colaboración pues saben que Venezuela no da para más, así que esta solidaridad a toda prueba tiene su fecha de caducidad. El segundo anillo se aprovecha del comercio y los acuerdos de colaboración financiado con la renta petrolera venezolana. El gobierno de Hugo Chávez en su afán de limitar la autonomía de los venezolanos frente su poder como Jefe de Estado, destruyó al sector privado que podría haber hecho contrapeso al gobierno. Su política de estatizaciones y de favorecimiento a las importaciones a través de una sobrevaluación de la moneda, acabó con buena parte del tejido empresarial venezolano. Esta destrucción de capacidad productiva en todos los sectores transformó a Venezuela en una economía importadora de bienes y servicios. La Comunidad Iberoamericana se aprovechó de esta situación y se convirtió en la principal suministradora de bienes y servicios al país caribeño de tal forma que la renta petrolera dejó de circular mayoritariamente entre venezolanos y una buena parte de su flujo se desvió, una vez más, a países vecinos proveedores vía mercado libre, bien por acuerdos especiales o dependiente de todo lo que el gobierno permitía importar a través de su sistema de selección de Cadivi. Se conocen los casos de producción nacional agropecuaria promovida por los programas de revolución agrícola bolivariana que no encuentran forma de ser colocados porque los nodos bolivarianos comentados previamente preferían la importación de dichos rubros a consumir la producción nacional por ellos mismos impulsada. ¿La razón? Las comisiones y negociados en las aduanas y ministerios. Una práctica no exclusiva del bolivarianismo sino de vieja data en Venezuela. No obstante, existen actores cuya dependencia de Venezuela es mínima. EEUU, Canadá, Brasil (a pesar que a veces se comporta como país del segundo anillo) y la UE. EEUU importa crudos venezolanos, pero en realidad ha demostrado como país que puede prescindir de dicho petróleo. En 2003, un informe realizado por el Departamento de Energía de los EEUU titulado Impacts of the Venezuelan Crude Oil Production Loss  demostró que el paro petrolero de 2002-2003, coyuntura en la que Venezuela dejó de exportar cerca de 1,5 millones de barriles diarios a EEUU, afectó ligeramente la seguridad energética norteamericana ya que durante esos meses pudo encontrar suplidores de crudos de similar calidad y a precios razonables, aunque no dejó de tener impacto sobre las cotizaciones de ligeros, demostrando EE.UU que se podía vivir sin el petróleo venezolano. Hoy con exportaciones de solo 900.000 barriles diarios y con el empuje de los crudos no convencionales de Canadá y EEUU se puede decir que Washington en nada quedaría afectada por el cese de producción venezolana. Ahora bien, una cosa es Washington y otras las empresas petroleras necesitadas de hacer negocios. Eso depende, tal como lo hemos hablado en otro momento, de la relación de dependencia entre la Casa Blanca, el Congreso de los EEUU y el lobby petrolero. Si Exxon, por ejemplo, afectada por la política de expropiaciones en Venezuela y en litigio con PDVSA, junto con otras empresas deciden volver a Venezuela y emplear la mayor presión posible para retomar negocios en dicho país, tal vez la Casa Blanca acuse la presión y gire su mirada de águila al Caribe, pero actualmente el mundo petrolero se ha ampliado tanto con las nuevas tecnologías y existen tantas opciones que Venezuela puede ponerse en remojo un tiempo antes de ser tomada en cuenta. Lo mismo se puede decir de Canadá. La importancia que le da este país a Venezuela es tal que ha decidido cerrar su embajada en Caracas. Algo lamentable pues los venezolanos tienen mucho que aprender de Canadá y viceversa. Para comenzar, son los ex trabajadores despedidos de PDVSA los que están poniendo el hombro en el boom petrolero de Canadá (además de otros países como Colombia, Perú, Brasil etc). En contraste, Canadá ha preferido (alegando asuntos de seguridad) trasladar los asuntos venezolanos a Bogotá. Otra cosa se puede decir de la UE. Los países europeos por sí solos no ejercen una presión suficiente sobre gobiernos como el venezolano. No obstante, en conjunto, a través de las instituciones europeas la presión si es significativa. España lo intentó y no pudo. Su potencial de poder no ha podido incidir sobre Caracas y La Habana. Pero al apoyarse en otros pares europeos el impacto es mayor. Se puede decir que la Comunidad Internacional agobiada por distintos frentes tomaría con seriedad el caso venezolano si se dan dos condiciones: 1) el país quiebra financieramente de tal forma que no se puedan satisfacer los intereses económicos de las dos primeros anillos de relaciones internacionales y 2) el país entra en violencia política descontrolada o guerra civil. Mientras al menos una de esas dos condiciones no se den, el interés por el rescate de la democracia se mantendrá en el nivel diplomático de la retórica pero sin medidas efectivas ya que el status quo conviene a muchos bien porque no es un tema de suma importancia o bien porque satisface los requerimientos de los agentes activos de sus respectivas políticas exteriores y comerciales.

La capacidad productiva de PDVSA, la política fiscal/monetaria y la relación entre el gobierno y el sector privado determinarán las condiciones adecuadas para que la gobernabilidad sea posible y se pueda lograr tanto la paz social como la paz política/militar. Con ello la Comunidad Internacional puede respirar tranquila, pero con el desequilibrio de cualquiera de las variables, el desajuste sobre la estabilidad de Venezuela será de pronóstico reservado. 

¿Podrán con los desafíos?
La debilidad institucional y la descomposición socioeconómica contribuyen a la configuración de escenarios críticos sobre el corto plazo de la industria petrolera post-Chávez. 

Los actores juegan sus roles en espacios de maniobra muy reducidos y la realidad suele ser mucho más compleja que lo que podríamos visualizar. Aquí nos aventuramos con una serie de escenarios que consideramos más probable.

Los escenarios que esperan a la industria petrolera son:

1.    La estabilización a través de la apertura gradual y selectiva: las necesidades de PDVSA y el resto de la industria petrolera son enormes para poder mantener su ritmo de producción y exportación. Por otro lado, tanto a los herederos de Hugo Chávez como a la oposición le conviene una industria boyante. La condición para que se de este escenario en forma rápida y contundente es la seguridad jurídica de las inversiones. Retomar un nivel aceptable a las mismas garantizaría la entrada de inversiones a estos precios. No obstante, desde que se asume un proyecto de recuperación de campos marginales o de la Faja del Orinoco hasta que el crudo comienza a comercializarse pasan entre 5 y 6 años. Ya hay proyectos que están a punto de entrar en explotación efectiva y podrían ayudar a levantar la producción pero la tasa de declive de crudos convencionales y la necesidad de los mismos para procesos de mejoramiento de los extraídos de la Faja del Orinoco obliga tener inversiones creciente en extracción en campos marginales, más y mejor infraestructura de transporte y mucho gas para poder dar soporte a las actividades de recuperación secundaria. Bajo este escenario se necesitará un esfuerzo notable de cambio de imagen del gobierno y de generación de certezas a la hora de negociar. El inconveniente está en que este cambio no es rápido y parece que no ocurrirá en el corto plazo. Para ver resultados concretos tendrían que pasar 5 años. El gobierno no dispone de ese tiempo.

2.    El estancamiento: Es el statusquo. Es la continuidad de este nivel operativo con serias dificultades para mantener los niveles de producción con efectos extremadamente negativos sobre las finanzas públicas y el sostén de la revolución. Este escenario no es el deseable y muchos pragmáticos lo ven así, pero de acuerdo a la visión de los radicales, este no es un problema mientras se pueda controlar el poder y hacer la revolución. La preocupación está más del lado de los pragmáticos y en segunda instancia en los militares quienes también recelan de una apertura pues eso implicaría perder la posibilidad de control directo de la industria y acudir a profesionales conectados con el mundo globalizado para el mismo, aún así, para muchos de las élites castrenses, mientras la situación esté controlada pueden usar dicho talento a su favor. Como el chavismo vive en constante proceso de autoengaño, ellos no ven la falta de operatividad de PDVSA o la industria como un problema sino como un asunto burocrático que se puede resolver. Para ellos el petróleo se produce solo y es un derecho que ellos han adquirido el de administrarlo en nombre del pueblo y para hacer la revolución. El estancamiento lo lamentarán cuando ya no tengan como mantener el funcionamiento de la misma y cuando eso ocurra los fusiles apuntarán hacia ellos mismos.

3.    El hundimiento y la desintegración: sería el escenario más apocalíptico de todos y consiste no solo en el hundimiento de la industria y PDVSA derivada de una muy deficiente gestión, sino también del impacto que tendría sobre la misma el hecho mismo de un proceso de desestabilización social y político-militar. Una situación de ese tipo que podría degenerar en una suerte de guerra civil partiría a la industria en dos zonas no comunicadas entre sí: Oriente y Occidente. De las dos, Oriente es la más autónoma y poderosa tanto por sus reservas como por su capacidad de exportación, pero si los puertos de Oriente son tomados por una facción determinada quien controle los yacimientos no podrá exportar. Si bien la industria se paralizaría en semejante escenario (aunque no del todo si se observa el caso de la reciente guerra civil libia), la prolongación de la pugna podría llevarla a la total desintegración al ser prácticamente comprometida por el apoyo en armas o soporte internacional a futuro. En una confrontación armada civil el chavismo podría controlar la situación en el corto plazo, pero lo perdería en el mediano pues es muy probable que la oposición ubicada en los principales centros urbanos del país (los cuales controlan los accesos de exportación de crudo) terminen por recibir apoyo de facciones de las fuerzas armadas afectando la estabilidad del régimen a través de una guerra asimétrica. Este escenario ocurriría si las fuerzas armadas en pleno pierden la unidad de mando. Si el cemento estamental castrense resiste la embestida de una desestabilización es muy probable que sigan jugando en su rol de árbitro. Eso dependerá enormemente de la dinámica política y social interna.

4.    La privatización: Dogmáticamente sería el peor escenario para los nacionalistas y petro-rentistas de ambos bandos, pero no resulta un escenario y una solución descabellada. La venta de una parte de las acciones de PDVSA a ciudadanos venezolanos y extranjeros siguiendo el ejemplo de Petrobras o Ecopetrol apalancaría con fuerza todo el financiamiento posible para su recuperación, pero para ello se requeriría de la construcción de una estructura institucional reguladora lo suficientemente fuerte y el incremento radical de la transparencia de las operaciones de PDVSA y la industria para así evitar que la corporación estatal no pase a una gestión ajena a los intereses nacionales. Se podría decir que paradójicamente a pesar que en teoría PDVSA hoy pertenece a la Nación venezolana, en realidad es controlada por una camarilla que controla al Estado y la transparencia deja mucho que desear. En la práctica, la corporación ya está privatizada y no responde en su totalidad a los intereses nacionales.

5.    La apertura agresiva: Este escenario se concentra en repetir la experiencia de la década de los 90 para poder empujar no solo a PDVSA sino al resto de la industria petrolera. Se diferencia del escenario 1 en que es más rápida la apertura y del 4 en que el Estado mantiene la totalidad del control de las acciones.

Se pueden dar algunos de estos escenarios o la combinación de los mismos. El escenario más probable es el 2 (El estancamiento) porque no se evidencia una idea clara de avance en quienes están a cargo de la industria petrolera más allá de las presentaciones corporativas realizadas. La velocidad de avance será reducida y eso sin duda afectará no solo el futuro de la industria sino de todo el país. Si algunos de los responsables a cargo se da cuenta que se requiere un esfuerzo notable adicional, el escenario que le sigue en probabilidad de ocurrencia es el 1 (la estabilización), en gran medida porque la apertura gradual resulta la política más cómoda y puede arrojar resultados en el mediano plazo. El resto de los escenarios son menos probables pero se comunican entre sí. Si la situación se vuelve desesperante en términos políticos-militares, el hundimiento y la posterior privatización o apertura agresiva para lograr una recuperación constituyen secuencias factibles ante la ruina del país acelerada por la violencia.

Uno de los últimos accidentes sobre las refinerías venezolanas (Complejo Refinador Paraguaná): PDVSA lleva un record negativo en términos de mantenimiento y seguridad industrial

La historia recogerá que, finalizada la era Chávez, el agotamiento de un modelo reaccionario como el petro-rentismo bolivariano terminó por lograr el efecto contrario al buscado. Este modelo depredador de la industria petrolera sirvió en bandeja de plata la posibilidad bien de un hundimiento, una privatización o una apertura agresiva pero nunca la plena soberanía energética de Venezuela.



El camino a la privatización de PDVSA está empedrado por la mala gestión pública. En gran parte la joya de la corona petrolera venezolana se podría perder en caso que no se tomen medidas urgentes de recuperación.

Solo eso, recuperación. Pero el paso más importante no necesariamente sea el más urgente. Recuperar es urgente, pero ante el escenario cada vez más cierto de que el petróleo perderá el valor que hoy se le otorga (y eso ocurrirá antes de que termine este siglo), el paso más importante para los venezolanos no será solo recuperar a la industria, sino prepararse para asistir a la era post-petrolera sin dejar de ser un país cuyo apellido sea energía.

¿Cómo será la Venezuela Post-Petrolera? 

De eso hablaremos pronto en nuestra cuarta y última entrega de la serie La Industria Petrolera Post-Chávez: una aproximación, aquí en Energy for Energy.





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