Las guerras por los
hidrocarburos
¿Necesitan
los Estados librar guerras por el petróleo y el gas?
Por qué se
libra una guerra por el petróleo y el gas: ¿Se hace por el control de las
reservas o por el control del flujo de estos hidrocarburos?
¿Existe una
relación directa entre los intereses nacionales descritos en una política
exterior o de seguridad y defensa y la necesidad de hidrocarburos?
¿Esos
intereses nacionales son de la nación o se disfrazan como tal siendo realmente
los intereses de un lobby en particular?
¿Quién decide
el despliegue militar que pone en riesgo la vida de un joven soldado o de un
niño en un país petrolero; las compañías petroleras o un gobierno que vele por
el interés general?
¿Las guerras son ejercicios para drenar
inventarios de armamento y de paso elevar los precios que permitan a los
yacimientos costosos mantener su ritmo de producción y expansión?
Estas son preguntas que constantemente nos hacemos cuando
observamos conferencias sobre geopolítica del petróleo en las que muchos think
tanks o especialistas en geopolítica recurren a la idea general de que una
guerra por el control de las reservas petroleras puede formar parte de los
intereses de un Estado Nación.
La mayor parte de los think tanks, financiados
constantemente por lobbies, empresas y gobiernos realizan sesudos estudios que
de alguna manera nos convencen de que un Estado nación al no tener reservas
petroleras, vitales para la vida cotidiana, debe prepararse para el uso de la
fuerza militar que, en circunstancias oportunas, se encargará exitosamente de
someter a otro país y garantizar dichas reservas.
Así, con inofensivas e ilustradoras conferencias enriquecidas con un mapa de apoyo, comienza el fraguado de una decisión de suma gravedad
para muchas vidas inocentes.
Las guerras
no suelen generarse por las reservas sino por la libertad del transporte
marítimo y terrestre de los hidrocarburos
Cuando se analiza cómo se llega a la consideración
general de que se debe luchar para garantizar el petróleo se descubren muchas
falacias. Ciertamente, hay algo de lógica en el razonamiento de los estudios
geopolíticos, pero cuando se aterriza en la realidad lejana del gabinete, cubículo
u oficina del investigador/analista de inteligencia, se descubre que lo
importante no es tanto el control de las reservas sino el libre flujo de esa
materia prima.
Rara vez se interrumpe el flujo. De ocurrir una interrupción
por voluntad política ésta dura muy poco. A todos los actores les conviene
vender y comprar petróleo o gas. Salvo el embargo árabe o la crisis del gas ruso, la
interrupción del flujo suele ocurrir más por fenómenos naturales que por una
voluntad humana explícita.
Tanto es así, que la mayor parte de las interrupciones no
vienen de los productores ávidos de renta petrolera, sino de los consumidores,
necesitados de limitar el poder económico de gobiernos no amigos que ponen en
peligro la “paz regional” (embargos a Irán o Irak, por ejemplo) o por crisis
domésticas internas (Venezuela, Libia, Irán).
Por otro lado, la interrupción del flujo en los llamados
estrechos marítimos o nodos terrestres de transporte no ocurre con tanta
facilidad gracias a la presencia disuasoria de las fuerzas armadas de EEUU y
otros países interesados en esos potenciales cuellos de botellas.
Dicho despliegue no cuida los yacimientos, que están custodiados por las estatales o las tropas de los países exportadores, sino que cuida de que el flujo marítimo o terrestre sea libre.
Visto esto, no se hace la guerra para controlar los
yacimientos sino para mantener la libertad de comercio de los hidrocarburos,
actividad en los que todos ganan, menos el consumidor final.
El comercio
de los hidrocarburos: el beneficio es para todos, menos para el consumidor final
El comercio de hidrocarburos es un negocio en el que el
precio alto garantiza una actividad sumamente rentable. Es un negocio donde
exportadores OPEP y No OPEP ganan por igual, donde el petrolero de Texas se
siente feliz cuando un encendido gobernante de un Petro-Estado decide expropiar
o agredir a sus ciudadanos u otra nación vecina generando nerviosismo en los
mercados. Se sabe, de hecho, sobre la ejecución de maniobras políticas por parte de gobiernos de países exportadores
orientados con ese fin, es decir, el de generar tensiones para hacer subir las
cotizaciones.
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Los Petro-Estados: los mejores agentes de marketing |
Mientras haya conflictividad en zonas productoras se
elevan los precios y eso es bueno para muchos, menos para el consumidor final.
Mientras las finanzas se refugien en los barriles futuros y eleven los precios,
habrá garantía de más beneficios en el negocio y eso es bueno, para todos los
actores, menos para el consumidor final.
Una variable que determina el comportamiento de la
industria petrolera es la “cartelización” (formación de cartel y comportamiento
oligopolico), una tendencia histórica desde la Texas Rail Road Comission,
pasando por el Tratado de Achnacarry hasta llegar a la OPEP, que permite que
los precios sean una renta jugosa al productor/exportador. Bajo esta variable,
cualquier conflicto que genere cuellos de botellas termina impulsando a un
incremento de los precios.
Por otro lado, los Estados importadores amparados en los
altos precios y aprovechando el uso de tributos, extraen una parte del total de
los ingresos petroleros a través de los consumidores directos.
El mejor ejemplo de esto último se tiene en los Estados
europeos quienes por vía tributaria extraen una fuerte cantidad de dinero a sus
ciudadanos justificándose, no en pocas ocasiones, en el pretexto de los
elevados precios petroleros y en la necesidad de reducir el consumo de
hidrocarburos. Los ciudadanos de la Unión Europea suelen tener una idea de que
la responsabilidad de pagar casi el doble del precio del combustible que en
EEUU se debe a la OPEP. Sin embargo, por una extraña razón, no observan la
responsabilidad en sus agencias tributarias o ministerios de industrias causantes
de unos precios aún más elevados por la vía impositiva.
Los que pierden por no disfrutar de subsidios |
Estos tributos, que en teoría son usados para
subvencionar la actividad de fuentes energéticas alternativas, contribuyen a
duplicar el precio del litro de combustible y como consecuencia final, cada vez
que suben los precios del petróleo, los fiscos nacionales europeos recaudan una
gran cantidad de dinero.
En otras palabras, los fiscos de los Estados importadores
de combustibles, especialmente en el caso europeo, también ganan con los
precios elevados del petróleo a pesar de ser importadores. Todos ganan, menos
el consumidor final.
¿Por qué son
tan altos los precios de esta materia prima?
Hay muchas respuestas, pero las más inmediatas recaen en
la restricción de la producción y capacidad de producción por desinversión y
los efectos de una política conservadora o cartelización, no por escasez de las
reservas.
Tanto la desinversión como la cartelización se combinan
con la especulación de los mercados financieros y a esto se une, finalmente,
los juegos de guerra en regiones con conflictos históricos ajenos en su mayoría
a causas originadas en la actividad petrolera.
Estas cuatro variables son usadas por empresas y
gobiernos para levantar los precios o bajarlos cuando la situación lo amerite.
La relación EEUU-Arabia Saudita es clave en este juego. Tanto la monarquía
conservadora como el lobby petrolero americano (no siempre alineado con la Casa
Blanca o el Congreso), saben que resulta importante mantener los precios fuertes
dentro de una banda beneficiosa para ambos.
La OPEP sigue este juego a pesar de las disidencias internas
y el resto de la OCDE y los BRICS se benefician a su modo.
Cuando las
reservas con mayor futuro no están en el triángulo euroasiático sino en América:
¿cómo justificar el petróleo como móvil geopolítico en el triángulo
euroasiático?
Muchos analistas geopolíticos y de inteligencia ponen su
atención en el triángulo euroasiático.
Cuando se analizan las reservas convencionales
ciertamente el mayor peso cae sobre los Estados del Golfo Pérsico, acompañados
de lejos por las reservas de Asia Central.
El crudo de esta zona no ha dejado de fluir, salvo
contadas excepciones. Todos los Estados de la región quieren vender su
petróleo.
No obstante, un número pequeño pero creciente de
analistas comienza a observar la importancia de las reservas no convencionales
y su distribución por regiones del Mundo sin el nivel de conflictividad que
registra Oriente Medio.
Para el año 2020, si se sigue avanzando tecnológicamente
al ritmo actual, la capital de los hidrocarburos no convencionales se centrará
en el continente americano y competirá con los hidrocarburos convencionales de
Oriente Medio.
La tecnología y las políticas energéticas de Canadá,
Estados Unidos y Venezuela apuntan en esa dirección a pesar de los costes y
pasivos ambientales.
Geológicamente América está repleta de formaciones ricas
de petróleo y gas no convencionales, principalmente, en cuencas offshore,
depósitos en pizarra, arenas bituminosas y yacimientos extra-pesados.
En estos países, las tecnologías de extracción y
transformación disponible permiten una explotación comercial a precios superiores
a los 50 US$/b.
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El potencial americano |
Las reservas probables de Estados Unidos en este tipo de
hidrocarburos (petróleo y gas), sobrepasan los 2 billones de barriles
equivalentes de petróleo, lo cual podría ubicarlas en 300.000 millones de
barriles equivalentes de petróleo de reservas probadas. En otras palabras, otra
Arabia Saudita (EIA, 2012).
Lo mismo ocurre con Canadá (2,4 billones de barriles
equivalentes de petróleo de reservas probables) y Suramérica, especialmente,
Venezuela, Brasil y Argentina, con 2 billones de barriles equivalentes de
petróleo de reservas probables.
La industria ha dado respuesta desde el año 2000 con
variadas tecnologías que van desde la perforación horizontal hasta el
perfeccionamiento en los procesos de exploración y transporte.
De hecho, Venezuela ya contabiliza parte de estas
reservas certificadas como probadas (150.000 millones de barriles de petróleo
extra-pesado que pueden convertirse en crudos sintéticos) además de las
convencionales. Estas reservas se nivelan en cantidad a las de Arabia Saudita,
si bien la mayor parte del crudo venezolano es más costoso de producir, con
precios superiores a los 30 US$/b sigue siendo un negocio muy lucrativo.
El problema hasta hace poco había sido el de cómo
monetizar estas reservas a escala global (no solo las de Venezuela) y luego de
acercarse a mayores tasas de monetización (debido a altos precios), cómo
hacerlo sin mayores impactos sobre los reservorios de agua y tasas de
emisiones.
Actualmente, las reservas no convencionales están
saliendo a la superficie y son comercializadas desde Canadá, Estados Unidos y
Venezuela.
Por ejemplo, en Estados Unidos la producción del
gas-pizarra o “shale gas” ha contribuido al crecimiento de un 20% de la
producción de gas natural en menos de una década. Este crecimiento ha tenido un
impacto significativo en los precios y compite con las importaciones de GNL por
el suministro al mercado consumidor norteamericano.
Es posible que el GNL pueda coexistir con el gas pizarra,
pero las inversiones en plantas regasificadoras pueden quedar comprometidas si
los precios llegan a derrumbarse.
La producción petrolera de pizarras de esquito a través
de un complejo proceso de extracción de hidrocarburos apenas comienza, pero el
Departamento de Energía predice una producción de 1,5 millones de barriles
diarios en cinco años solo de los yacimientos de las planicies tejanas (puesto
que hay otras regiones de EEUU con esas posibilidades). Es decir, el
equivalente al 8% del actual consumo petrolero americano o para compararlo
mejor, el equivalente a las exportaciones totales de Venezuela.
De mantenerse estos precios y el avance tecnológico
imperante, existe otra posibilidad como la elevación de las tasas de
recuperación secundaria de los viejos pozos.
Esto podría significar el equivalente de 1 a 2 millones
de barriles al día en cuencas del Golfo de México.
Dónde se creía que el petróleo no valía, ahora vale (las
arenas bituminosas o petróleo pizarra), dónde se cree que era difícil encontrar
petróleo ahora se encuentra (pre-salt de Brasil), dónde no se soñaba tener una
provincia petrolera o gasífera ahora se encuentra, como los potenciales
yacimientos de Canarias aledaños a Marruecos o los yacimientos de shale gas del
País Vasco.
El límite se extiende más y más y todo gracias a los
elevados precios petroleros impulsados por las políticas de la OPEP y la
conflictividad de Oriente Medio.
Es por ello que grandes poseedores de reservas cómo
Arabia Saudita o Rusia sienten preocupación por la salida al mercado de los
hidrocarburos no convencionales (lejos de su control), el desarrollo de
renovables y las nuevas tecnologías de consumo puesto que tarde o temprano
ocuparán un mercado que hará nivelar los precios y los hará menos atractivos a
fines rentistas.
El hecho de que las reservas no convencionales sigan
apareciendo en más regiones distintas a las tradicionales limita las
posibilidades de realizar un oligopolio que restrinja la capacidad de
producción y con ello las posibilidades de fortalecimiento de la OPEP y el
nacimiento de la OPEG.
Con tanta abundancia de hidrocarburos ¿tan importante es
el triángulo euroasiático?
Ciertamente no pierde su importancia, sobre todo por
cuestión de mayor rentabilidad por barril para las empresas petroleras, pero
esto no necesariamente significa que un país deba sentir terror a la escasez de
hidrocarburos porque todo esté concentrado en una región como el triángulo
euroasiático.
Ante la
abundancia de reservas, ¿vale la pena invadir un país para asegurar el flujo
de petróleo?
Hace dos años aún se leían análisis sobre el declive
inexorable de las reservas petroleras probadas americanas, constituyéndose esto
en una evidencia multiusos para los especialistas en geopolítica. En aquel
momento, ya la innovación tecnológica comenzaba a permitir el crecimiento de
las reservas convencionales y no convencionales comenzando a cambiar el panorama
real de la distribución de las reservas y reconfigurando la naturaleza real de
los déficits de hidrocarburos.
En otras palabras: una guerra por reservas de petróleo en
términos objetivos se convertiría más en un argumento propagandístico al que se
podrían prestar los think tanks y especialistas en geopolítica para justificar
una visión estratégica invasiva, que en una evidencia cierta que sustente una
Razón de Estado (la garantía de reservas o más seguridad energética), para
dicha guerra.
Muchos Think Tanks trabajan bajo esa idea central: no hay
petróleo (ni siquiera distinguen si es barato o no), por tanto, los movimientos
de los Estados se hacen en función de lograr el control de dichos recursos. A
continuación se despliegan la diplomacia y los ejércitos y finalmente se logra con
una victoria militar el control de dichos recursos.
No es tan sencillo.
Esa idea tiene sentido si en verdad el flujo petrolero se
paraliza en grandes cantidades (cierre de estrechos o cierre absoluto de
grandes cantidades de producción y esto último es cuestionable al ver el
comportamiento del mercado ante la salida del mercado del crudo libio en 2012, del
crudo venezolano en 2002 y del crudo iraquí en 1991-1995), o si la industria
del país que busca ansiosamente dicho petróleo termina monopolizando, como
metrópoli sobre una colonia recién conquistada, la producción petrolera, algo
de difícil ejecución hoy en día ante escenarios de guerra asimétrica y la misma
dinámica comercial petrolera.
La realidad desde este punto de vista, demuestra que no
existe una relación directa entre la solución al déficit de reservas de
hidrocarburos y una invasión.
Observados los beneficios derivados los hidrocarburos explotados
en una zona petrolera (Golfo Pérsico por ejemplo), y la dirección de las
exportaciones, los resultados no tienen mucho que ver con la solución invasiva
y el objetivo final de dicha solución dista mucho de ser justificante
geopolítico de una movilización militar.
Acudamos a un ejemplo: cuando se ve el mapa del
despliegue de la industria petrolera anglo-americana sobre Irak después de la
última invasión a este país, la convicción de una idea de este tipo se
desvanece al notarse que el control foráneo de los yacimientos es compartido
por la industria nacional iraquí con CNPC y Gazprom, entre otras. Así, estas
empresas terminaron controlando los mejores yacimientos iraquíes luego de una
guerra que le costó cerca de 3 billones de dólares al fisco americano.
¿Fue productiva la guerra de Irak para Estados Unidos y
mejoró su seguridad energética? ¿Fue productiva esta invasión para su industria
petrolera en general?
Vistas las concesiones otorgadas recientemente en Irak,
entre las empresas petroleras ganadoras están solo tres compañías angloamericanas junto a una
mayoría de otras estatales de países no aliados de los Estados Unidos o Reino
Unido (Rusia y China) o que no estuvieron ausente del esfuerzo bélico (Francia) o no jugaron un rol significativo (Italia) (Kramer, 2012).
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Los ganadores luego del derrocamiento de Saddam |
Un sector beneficiado y ligado ampliamente al promotor de la guerra de Irak (Dick Cheney, Ex Vice-presidente de EEUU bajo la administración de George W. Bush), ha sido el de servicios petroleros, los cuales hasta ahora han estado ganando contratos, pero no significa que esto siga así (Kramer, 2012). Esto en parte confirma la idea el peso de un lobby en el diseño una acción de guerra por parte de Estados Unidos.
Otro sector que ha sacado partida de la guerra, por vía indirecta pero a
la vez por el efecto directo de los elevados precios, ha sido la industria
doméstica americana, no la que está operando sobre Oriente Medio, sino en el Golfo
de México donde ya puede expandir sus operaciones en yacimientos costosos a
precios por encima de los 40 US$ el barril. Sin embargo, esto hubiese ocurrido indiferentemente
a la materialización de una guerra como la que se inició en 2003.
Estados Unidos, aún consumidor líder, mantiene viva su
industria doméstica de hidrocarburos gracias a estos precios y su capacidad
emprendedora industrial, no gracias a la guerra, aunque al final, en aquel
momento histórico, la Casa Blanca terminó siendo presa de la influencia de los
lobbies y la debilidad institucional bajo el mandato de George W Bush a la
cabeza.
Las guerras de EEUU, no necesariamente obedecen a una
relación directa con el déficit de energía, pero ayudan, junto a la
especulación financiera, su avance tecnológico y la restricción de producción
de la OPEP (que mantienen precios altos), a que su sector energético siga
expandiéndose.
¿Hay una
relación directa entre la política exterior de un Estado y su industria
petrolera?
No siempre y hay que tener cuidado a la hora de realizar
análisis que incorpore la relación entre empresas de hidrocarburos y los
Estados, puesto que consideraciones muy simplistas (déficit
petrolero=despliegue militar para conquistarlo), pueden llevar al asesor,
político o ciudadano a avalar un interés no necesariamente nacional sino el de
un par de lobbies: el de las armas y el de los hidrocarburos.
Históricamente, la industria de los hidrocarburos se ha
manejado en procura del beneficio anhelado como todo negocio. La industria
americana por ejemplo se relaciona con la Casa Blanca y el Congreso,
dependiendo de la situación y el interés concreto del lobby.
El analista que crea que Washington y la industria
petrolera americana van tomados siempre de la mano está equivocado y hay suficiente
evidencia histórica que puede encontrarse en obras que citamos en la
bibliografía de ésta entrada.
Otra situación similar ocurre en Reino Unido, pero no en
los Estados continentales europeos como Francia, Italia, Alemania o España dónde
los lobbies energéticos saben aprovechar muy bien la impronta psicosocial del
nacionalismo de estos países.
Ya ni se diga de las estatales o nuevas gigantes
petroleras dónde la fusión entre el interés del Estado (la mayoría de las veces
camarillas al mando de las estatales) y las empresas nacionales si confirma una
relación directa entre el poder del Estado y el despliegue industrial de la
empresa estatal. Aún así, esta relación no responde en muchas ocasiones al
interés nacional.
Los analistas deben tener mucho cuidado a la hora de
evaluar cada situación.
A manera de
conclusión
La geopolítica es una disciplina muy útil sin duda, pero
tiende trampas cognitivas.
Una visión geopolítica de la energía puede llevar a
dichas trampas. El problema no es que todo quede en un error académico o de
consultoría, sino que estos análisis llevan a la simplificación excesiva de la
realidad energética y pueden terminar sirviendo a un interés particular lejano
por completo a lo que debería ser una política exterior o de seguridad y
defensa basada en una bien pensada y consensuada Razón de Estado.
En tal sentido, se debe ser responsable a la hora de
publicar en un Think Tank, en una Universidad o una Agencia de Inteligencia
resultados de análisis que den una interpretación peligrosa y unidireccional de
la realidad energética.
Una interpretación de este tipo que no tome en cuenta la
particularidad de cada situación y la importancia de dar con el diagnóstico apropiado,
incidirá en el proceso de toma de decisiones y podría iniciar la legitimación y
posterior activación del terrible proceso de una guerra.
El habitante de un país petrolero sobre el cual pende la Espada
de Damocles de una invasión o el soldado arrastrado a una guerra lo agradecerá
toda una vida.
Bibliografía
Baer, Robert (2003).
See no evil: The True Story of a Ground
Soldier in the CIA`s War on Terrorism. Washington, Three Rivers Press.
British Petroleum (2011).
BP Statistical Review of World Energy June 2011. Londres, BP.
Dahl, Carol A.
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Understanding Pricing, Policies and Profits. Tulsa, PennWell.
Energy Information
Administration (EIA) (2012). Annual Energy Outlook 2012. Washington. US Department
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Kramer, Andrew (2012). U.S Companies Get Slice of Iraq`s Oil Pie en The New York Times, 14 de junio de 2012. Ver: http://www.nytimes.com/2011/06/15/business/energy-environment/15iht-srerussia15.html?pagewanted=all
Lynn Karl, Terry (1997). The Paradox of Plenty. Berkeley,
University of California Press.
Mommer, Bernard (1998). La cuestión petrolera. Caracas, Asociación de Profesores de la
Universidad Central de Venezuela.
Steve Coll (2012). Private Empire: ExxomMobil and American
Power. New York, The Penguin Press.
Yerguin, Daniel (1992). La historia del petróleo.
Buenos Aires, Vergara.
Excelente análisis que enfatiza la necesidad de evaluar cada caso de forma ad hoc, de acuerdo a su propio contexto interno e internacional y a sus condiciones históricas y sociales, en vez de caer en visiones maniqueístas e ideológicas sintetizadas en el trillado "blood for oil".
ReplyDeletesigan el buen trabajo.